sábado, 3 de febrero de 2007

Artículo: Más horas de enseñanza no traerán necesariamente mejores resultados. La 6ª hora.

A simple vista, parece una pura cuestión de justicia distributiva: que todos los alumnos escolarizados en Cataluña reciban exactamente la misma cantidad de horas de enseñanza. Pero ¿tiene el volumen de horas de enseñanza alguna relevancia? En realidad, las evidencias empíricas demuestran que no existe ninguna relación lineal entre el volumen de horas de enseñanza y los resultados escolares. Si tomamos, por ejemplo, los resultados de los principales estudios comparativos de la OCDE es fácil encontrar numerosos casos de países donde el volumen total de horas de enseñanza es inferior al que se imparte en nuestro país y, aun así, los resultados son muy superiores. Basta citar el ejemplo de Finlandia y, más en general, el de todos los países nórdicos, Japón, Corea o Alemania. Por consiguiente, más horas de enseñanza no traerán necesariamente mejores resultados. En segundo lugar, teniendo en cuenta el teórico efecto acumulativo que una hora diaria más de enseñanza durante toda la primaria podría representar, sería lógico que los resultados de los centros privados fueran proporcionalmente superiores a los de los centros públicos. Sin embargo, una mirada atenta a los resultados demuestra que, una vez descontados los efectos del distinto origen socioeconómico de los alumnos que asisten a centros públicos y privados, las diferencias en rendimiento académico no son estadísticamente significativas y se reducen a un 0,02%. Esto es, por encima de todo, una excelente noticia para los centros públicos: a pesar de carecer de este entorno homogéneo y de contar con unas condiciones de desempeño intrínsecamente más difíciles, incluyendo una hora menos de enseñanza durante toda la primaria, consiguen unos resultados equivalentes a los de los centros privados en términos relativos. La cuestión, que a la fuerza tiene que pesar sobre los centros privados, es cómo cambiarían sus resultados si escolarizaran a los alumnos que acuden ahora a centros públicos, y viceversa. En tercer lugar, el aumento de las horas de enseñanza está lejos de significar necesariamente una mejora para el alumno. Existe una voluminosa base de conocimientos acerca del impacto del volumen de horas docentes y la estructuración de su contenido sobre el ritmo escolar y el estrés de los alumnos. Si el contenido de esta hora adicional es estrictamente académico, podría tener un efecto paradójico y traducirse en un empeoramiento de las condiciones de escolarización de perfiles concretos de alumnos, singularmente los más jóvenes y de más baja extracción socioeconómica, precisamente aquellos que requieren una atención prioritaria. ¿Sería mejor, en definitiva, invertir en otras políticas educativas? Las evidencias sugieren que, en lugar de aumentar el número de horas, hubiera sido mejor optar por: a) el desdoblamiento de grupos, una característica también muy preciada de los centros privados que consiste en reducir el tamaño de las clases a la mitad, a un tercio o incluso menos en determinadas materias donde los diferenciales de rendimiento entre los alumnos se disparan como acostumbra suceder en matemáticas, lengua y lengua extranjera; b) privilegiar lo que se ha dado en llamar la personalización de la enseñanza, prestando mucha mayor atención a las necesidades educativas individuales; o c) invertir mucho más en la educación infantil, verdadero caballo de batalla tanto de la igualdad de oportunidades educativas como de la mejora del rendimiento al término de la enseñanza obligatoria. Un estudio reciente de la OCDE acredita que cada euro invertido en la educación infantil tiene un retorno de 14 euros, cosa que no sucede con ningún otro nivel de la enseñanza. Los países que consiguen mejores resultados tanto en términos de rendimiento escolar como de equidad acreditan políticas educativas sostenidas en estos tres frentes. Y, por encima de todo, apoyan políticas educativas, pero también sociales y urbanas, que evitan que el paso por la escolaridad obligatoria sancione procesos de socialización diferencial en atención a la diversa extracción socioeconómica de los alumnos. Tomada ya la decisión, la cuestión es ahora cómo llenar la sexta hora. Sorprende que se siga hablando de una receta homogénea para todos los centros escolares del país cuando las evidencias empíricas demuestran que una característica compartida por los países con mejores resultados educativos es la elevada confianza que tienen en sus centros escolares y que se traduce en un alto nivel de autonomía escolar. ¿No sería ésta una buena oportunidad para aumentar la autonomía de los centros públicos, cederles la responsabilidad de la gestión de esta sexta hora, si es que no se puede ir más allá, y exigirles resultados? La OCDE viene insistiendo, desde hace años, en la importancia de la investigación educativa para informar el proceso de toma de decisiones políticas. Países como Inglaterra, Nueva Zelanda, Dinamarca o Suiza están dando pasos ejemplares en este sentido. Así, cuando han debatido cómo mejorar la calidad de la enseñanza han recurrido a los resultados de la investigación educativa. Y ninguno de los que ofrecen a sus alumnos menos horas de enseñanza que nosotros se ha visto tentado a aumentar su número. Menos horas y más evidencias.

Francesc Pedró, UPF y Centro de la OCDE para la Investigación y la Innovación Educativas

Artículo: Más horas de enseñanza no traerán necesariamente mejores resultados. La 6ª hora.

A simple vista, parece una pura cuestión de justicia distributiva: que todos los alumnos escolarizados en Cataluña reciban exactamente la misma cantidad de horas de enseñanza. Pero ¿tiene el volumen de horas de enseñanza alguna relevancia? En realidad, las evidencias empíricas demuestran que no existe ninguna relación lineal entre el volumen de horas de enseñanza y los resultados escolares. Si tomamos, por ejemplo, los resultados de los principales estudios comparativos de la OCDE es fácil encontrar numerosos casos de países donde el volumen total de horas de enseñanza es inferior al que se imparte en nuestro país y, aun así, los resultados son muy superiores. Basta citar el ejemplo de Finlandia y, más en general, el de todos los países nórdicos, Japón, Corea o Alemania. Por consiguiente, más horas de enseñanza no traerán necesariamente mejores resultados. En segundo lugar, teniendo en cuenta el teórico efecto acumulativo que una hora diaria más de enseñanza durante toda la primaria podría representar, sería lógico que los resultados de los centros privados fueran proporcionalmente superiores a los de los centros públicos. Sin embargo, una mirada atenta a los resultados demuestra que, una vez descontados los efectos del distinto origen socioeconómico de los alumnos que asisten a centros públicos y privados, las diferencias en rendimiento académico no son estadísticamente significativas y se reducen a un 0,02%. Esto es, por encima de todo, una excelente noticia para los centros públicos: a pesar de carecer de este entorno homogéneo y de contar con unas condiciones de desempeño intrínsecamente más difíciles, incluyendo una hora menos de enseñanza durante toda la primaria, consiguen unos resultados equivalentes a los de los centros privados en términos relativos. La cuestión, que a la fuerza tiene que pesar sobre los centros privados, es cómo cambiarían sus resultados si escolarizaran a los alumnos que acuden ahora a centros públicos, y viceversa. En tercer lugar, el aumento de las horas de enseñanza está lejos de significar necesariamente una mejora para el alumno. Existe una voluminosa base de conocimientos acerca del impacto del volumen de horas docentes y la estructuración de su contenido sobre el ritmo escolar y el estrés de los alumnos. Si el contenido de esta hora adicional es estrictamente académico, podría tener un efecto paradójico y traducirse en un empeoramiento de las condiciones de escolarización de perfiles concretos de alumnos, singularmente los más jóvenes y de más baja extracción socioeconómica, precisamente aquellos que requieren una atención prioritaria. ¿Sería mejor, en definitiva, invertir en otras políticas educativas? Las evidencias sugieren que, en lugar de aumentar el número de horas, hubiera sido mejor optar por: a) el desdoblamiento de grupos, una característica también muy preciada de los centros privados que consiste en reducir el tamaño de las clases a la mitad, a un tercio o incluso menos en determinadas materias donde los diferenciales de rendimiento entre los alumnos se disparan como acostumbra suceder en matemáticas, lengua y lengua extranjera; b) privilegiar lo que se ha dado en llamar la personalización de la enseñanza, prestando mucha mayor atención a las necesidades educativas individuales; o c) invertir mucho más en la educación infantil, verdadero caballo de batalla tanto de la igualdad de oportunidades educativas como de la mejora del rendimiento al término de la enseñanza obligatoria. Un estudio reciente de la OCDE acredita que cada euro invertido en la educación infantil tiene un retorno de 14 euros, cosa que no sucede con ningún otro nivel de la enseñanza. Los países que consiguen mejores resultados tanto en términos de rendimiento escolar como de equidad acreditan políticas educativas sostenidas en estos tres frentes. Y, por encima de todo, apoyan políticas educativas, pero también sociales y urbanas, que evitan que el paso por la escolaridad obligatoria sancione procesos de socialización diferencial en atención a la diversa extracción socioeconómica de los alumnos. Tomada ya la decisión, la cuestión es ahora cómo llenar la sexta hora. Sorprende que se siga hablando de una receta homogénea para todos los centros escolares del país cuando las evidencias empíricas demuestran que una característica compartida por los países con mejores resultados educativos es la elevada confianza que tienen en sus centros escolares y que se traduce en un alto nivel de autonomía escolar. ¿No sería ésta una buena oportunidad para aumentar la autonomía de los centros públicos, cederles la responsabilidad de la gestión de esta sexta hora, si es que no se puede ir más allá, y exigirles resultados? La OCDE viene insistiendo, desde hace años, en la importancia de la investigación educativa para informar el proceso de toma de decisiones políticas. Países como Inglaterra, Nueva Zelanda, Dinamarca o Suiza están dando pasos ejemplares en este sentido. Así, cuando han debatido cómo mejorar la calidad de la enseñanza han recurrido a los resultados de la investigación educativa. Y ninguno de los que ofrecen a sus alumnos menos horas de enseñanza que nosotros se ha visto tentado a aumentar su número. Menos horas y más evidencias.

Francesc Pedró, UPF y Centro de la OCDE para la Investigación y la Innovación Educativas